Se utilizan muchos métodos para garantizar que el salmón de piscifactoría prospere, se mantenga sano y crezca rápidamente. El científico de Nofima, Erik Burgerhout, está trabajando en la programación de los peces para que se vuelvan robustos.
No, esto no es ciencia ficción. Se trata de epigenética. El proyecto de investigación Programming Fish for Robustness (Progress) expone a los peces a factores estresantes como bajas temperaturas y bajos niveles de oxígeno en las primeras fases de la vida, lo que los influye para que desarrollen su propio material genético, ARN, para resistir mejor el estrés en el futuro.
La epigenética, la interacción entre el genoma y el medio ambiente es determinante en la vida de cualquier ser vivo y dependiente de factores externos. Esto que ya se ha observado en hermanos gemelos, se ha trasladado como parte del estudio e los organismos acuáticos para mejorar determinadas características en acuicultura, como la resiliencia.
En Nofima son conscientes de la importancia que la epigenética puede tener en acuicultura y por eso la vienen estudiando a través de su proyecto Progress (Porgramming Fish for Robustness) que expone a los salmones a factores estresantes como bajas temperaturas y bajos niveles de oxígeno en las primeras etapas larvarias para que influyan en su material genético (ARN) y resistan mejor el estrés en otras etapas del desarrollo adulto.
En general, los episodios estresantes afectan a los peces de forma negativa al tener un impacto no deseado en el desarrollo, crecimiento y comportamiento. Pero también, superar estos episodios en etapas tempranas de su desarrollo los hacen más robustos por activar mecanismos epigenéticos involucrados. Al menos, eso es lo que se cree y lo que se quiere investigar, si el impacto del estrés hace más resistentes a los peces, y qué nivel es el que justifica este tipo de acciones desde una perspectiva de bienestar animal.
Este tipo de estudios, que por otra parte no es novedoso ya que se ha venido aplicando a otras especies del Mediterráneo y representan una especie de flashback a lo que ocurre en la naturaleza. Pues, en el caso específico del salmón, las temperaturas frías son habituales en su entorno silvestre, por lo que las temperaturas más elevadas de los centros de producción es el verdadero factor “estresante” en los peces. Por eso, como señala Erik Burgerhout, lo importante de estas investigaciones “es comprender qué hay detrás de estos mecanismos”.
Según los estudios llevados a cabo desde Nofima, los niveles bajos de oxígeno hasta niveles de hipoxia afectan a los peces. La pregunta clave en este caso es hasta qué punto programan al pez para resistir bajos niveles de oxígeno en su etapa adulta, además de mejorar el sistema inmunológico del pez.
“Medimos la tolerancia del pez a niveles bajos de oxígeno e investigamos el desarrollo de sus genes inmunes durante la esmoltificación. Además, investigamos la respuesta inmune tras exponer a los peces a bacterias patógenas que son temidas en la industria acuícola. Solo logramos ver pequeñas diferencias entre los peces que estuvieron expuestos a estrés con poco oxígeno al principio de la vida y los peces que no habían tenido este tipo de impacto. No consideramos estos resultados negativos, sino resultados sin el impacto esperado. Se necesitan más estudios antes de que podamos decir algo con certeza”, dice Erik Burgerhout.
“Aunque encontramos poca diferencia entre los grupos con respecto a la prueba de provocación con hipoxia, los resultados sugieren que la hipoxia crónica durante la fase temprana de la vida estimuló los genes inmunes y disminuyó su regulación a la baja en relación con la esmoltificación. Sin embargo, estos cambios no mejoraron la protección contra un patógeno bacteriano”, afirmó.
Los resultados del proyecto muestran el potencial de que los estímulos ambientales se utilicen como tratamientos para dar forma a la regulación genética en el salmón de pisciculturas.
Burgerhout señala que los peces de otro proyecto, Aquagenom, fueron probados para detectar impactos usando diferentes temperaturas.
“Vemos mayores diferencias en ese proyecto. Por lo tanto, podemos decir más sobre lo que funciona bien y lo que no. Ambos son importantes y correctos para compartir, para que otros puedan utilizar el conocimiento”, dice Erik Burgerhout.
“Como científicos, necesitamos constantemente una mejor comprensión de lo que está sucediendo dentro de los peces. Y una comprensión de qué métodos pueden mejorar el bienestar y la rentabilidad. Cuando sepamos qué genes se activan para hacer frente a niveles bajos de oxígeno, por ejemplo, podríamos hacer algo para que los peces sean más robustos en etapas posteriores de la vida”, dice Burgerhout, y agrega que la atención se centra a menudo en la producción rápida (selección para un crecimiento rápido, alta temperatura, smolt grande), pero el punto principal es que un pez no puede, y muy probablemente no debería, gastar ‘toda’ su energía en el crecimiento, especialmente durante las primeras fases de vida.